'Pánico a una muerte ridícula', el nuevo libro de Javier Peñalba
El santurtziarra se aleja en esta ocasión de la novela histórica y presenta una obra literaria de humor negro con una analogía sobre el número 13
Publicas ‘Pánico a una muerte ridícula’, un título muy llamativo, ¿cuál es el argumento de este libro?
Es un libro tragicómico, con una analogía sobre el número 13 y su simbología en la sociedad a lo largo de la historia. Son, por tanto, 13 relatos de corte irónico, rocambolescos, todos ellos diferentes pero con un denominador común: el protagonista muere, y muere de forma absurda. Por cierto, el precio del libros es de 13 euros, estaba todo bien hilado (risas).
Es un tema en el que no te habías adentrado antes, ¿qué te he llevado a tirar por aquí en esta ocasión?
Nació de la improvisación. Nunca antes había publicado algo catalogado como género negro. Pero mi primera novela fue critico-social, género ‘quinqui’. No es recuperar los inicios, pero sí que he tirado por una escritura más fresca y desenfrenada, sin tanto corsé, que es lo que la novela histórica, mis últimos trabajos editoriales, me demandaban. He sido, por lo tanto, libre en el ejercicio de esta escritura y me lo he pasado muy bien.
¿Desde qué enfoque se tratan esta superstición en el libro?
Como he dicho anteriormente, son historias diversas con un denominador común: la muerte ridícula del protagonista. En las historias abarco desde la denuncia social, pasando por el humor o la historia, hasta terminar con el relato póstumo, titulado ‘El supersticioso’. Y ahí, sí, entran en escena muchas otras supersticiones.
Son un total de 13 historias, no será casualidad.
Así es, he querido jugar con el dato y el simbolismo. El trece, número de la mala suerte, como todos sabemos. Pero, ¿realmente lo es?
¿Hay algo personal en el libro? ¿Te sientes identificado con alguno de estos ‘miedos’?
Un relato, titulado ‘El escondite’, hace honor a la infancia transcurrida en el barrio de Kabiezes, mi barrio, donde uno de los juegos de calle, pues fuimos una generación que creció jugando en la calle, era el bote-bote. Jugábamos junto a la puerta del cementerio de Santurtzi y era normal saltar la tapia y esconderse dentro, algo que pude observar desde el balcón de casa, ya que residía frente al camposanto. Eso cuenta ese relato, y eso tiene de personal. No el final del relato, que eso nunca llegó a pasar (que sepamos). Y sin obviar el número trece, que me acompañó durante muchas temporadas de fútbol, siendo portero y, a veces incluso, con camiseta amarilla de por medio (por si acaso no era suficiente portar a la espalda el número).
Sin hacer spoiler, ¿crees que hay algo de cierto y rigor en este tipo de supersticiones?
En el relato titulado ‘El supersticioso’, el protagonista irá encadenando superstición tras superstición, y para hacer entender al lector he dado pinceladas históricas del por qué de dichas supersticiones, su origen en la historia. Así que, sí, algo hay de rigor. Hay, una pequeña labor pedagógica, pero impera la tragicomedia, el humor negro.